Época: Asia y África
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1660

Antecedente:
Nuevas potencias coloniales



Comentario

En el siglo XVII, las Provincias Unidas dominaban el comercio marítimo y poseían la mayor potencia naval de Europa. Desde fines del siglo XVI, y a pesar de llevar adelante la guerra de independencia, los holandeses se habían convertido en los intermediarios del comercio europeo, superando, como señala Parry, a sus competidores ingleses, franceses y hanseáticos, gracias a su superioridad en la construcción naval y en la organización empresarial. Sus astilleros no sólo eran los más activos sino los que habían introducido más innovaciones, construyendo barcos ligeros y de menores gastos de flete, por requerir menos tripulación y haber prescindido del armamento más pesado.
Las Provincias Unidas contaban, pues, con la infraestructura económica y las posibilidades técnicas necesarias para hacerse sitio en el concierto colonial. Faltaba la ocasión, y ésta la proporcionó la anexión de Portugal por España en 1580, con las dificultades puestas al acceso de los navíos holandeses al puerto de Lisboa, centro distribuidor en Europa de las especias orientales, y su prohibición definitiva en 1594. La decisión consiguiente fue viajar directamente a Oriente en busca de las mercancías deseadas.

Los navegantes holandeses enrolados en barcos portugueses conocían las rutas marítimas orientales y la estructura del comercio portugués. En 1595 partió la primera expedición a Oriente por la ruta del Cabo, a la que siguieron otras muchas. Los inconvenientes de la competencia interna llevó a los Estados Generales a decidir en 1602 la refundición de las compañías privadas que operaban en ese ámbito en la "Vereenidge Oostindische Compagnie" (VOC), instrumento económico y militar adecuado para enfrentarse a los rivales.

El descubrimiento, en 1611, de que aprovechando los alisios podía navegarse directamente desde El Cabo al archipiélago indonesio, evitando los puertos portugueses, propició la rápida expansión de la VOC. Desde 1604 se inició la fundación de bases en las islas Banda y en las Molucas, en unas mediante tratados y en otras por la fuerza, para lo que tuvieron que vencer la resistencia portuguesa. En 1609, la VOC nombró para todas las posesiones asiáticas un gobernador general, Pieter Both, origen de una administración más organizada, desde la que se pudieran dirigir los asuntos concernientes a los contactos con los indígenas, los enfrentamientos con otros europeos y la organización de una defensa militar. Un paso adelante en la eficacia de esta nueva administración fue la fundación en 1619, por Jan Pieterszoon Coen, de la factoría, fuertemente fortificada, de Batavia (Yakarta), en Java, a donde se llegaba desde El Cabo por la llamada ruta holandesa, y que se convirtió en la capital de su imperio asiático.

La VOC intentó conseguir el monopolio del clavo, del macis, de la nuez moscada y aun de la pimienta, para lo que no se privó de utilizar todos los medios por brutales que fuesen. El deseo de regular el mercado y controlar los precios de las especias exigía en primer lugar impedir las actividades de todos los intermediarios asiáticos. Por otro lado, la presión holandesa llevó a los agricultores indígenas al cultivo de determinadas especias, programadas según las necesidades del mercado y pagadas a bajo precio. El sistema propició la absorción de los pequeños predios por grandes explotaciones y la reducción a la esclavitud de gran parte del campesinado. Las rebeliones no tardaron en llegar y se pagaban con terribles represiones. En 1621 centenares de bataneses fueron enviados a Batavia y otros muchos fueron masacrados, actuación que se repitió en todos los lugares donde se les ofreció resistencia. Desde 1636 se suceden graves sublevaciones, y el alzamiento general de 1642 puso en peligro la dominación holandesa, que se salvó a costa de sangre, deportaciones y destrucciones de cosechas.

El floreciente comercio que encontraron los holandeses a su llegada al Indico, con juncos chinos o naos portuguesas que trataban con comerciantes indígenas en todas las islas, fue destruido por la VOC, que no permitió ninguna actividad que escapase a su control. Así llegó a hacerse cargo en exclusiva del comercio en esta zona del mundo, desde el cabo de Buena Esperanza al de Hornos, en dura competencia con su homónima inglesa.

Con el desarrollo del comercio se hizo imprescindible, como antes a los portugueses, convertirse en intermediarios del tráfico de mercancías de diversas procedencias asiáticas, para eludir el pago de las especias con oro y plata europeas. Ello amplió los intereses holandeses hacia otros puntos de Asia y motivó la fundación de una cadena de factorías en Siam, Annam, Taiwan, desde donde comerciaban directamente con China, y Japón, superando las dificultades de trato que planteaban estos dos Imperios. En el Japón aprovecharon el descontento del shogunato hacia el avance de la cristianización llevada a cabo por los jesuitas que acompañaban a los comerciantes portugueses. En 1601 ya habían establecido contacto, pero sólo se regularizó el comercio cuando se pudo exportar al Japón productos conseguidos en otros puntos asiáticos. Cuando los portugueses fueron expulsados en 1637, los holandeses se hicieron dueños del mercado exterior nipón.

El norte del Indico acabó perdiendo gran parte de su importancia comercial en beneficio del sur, dominado por la VOC. El antaño floreciente comercio del golfo Pérsico y el Mar Rojo decayó inevitablemente, ante la primacía de la ruta del Cabo. La necesidad de algodón para cambiarlo por pimienta, interesó a los holandeses en el comercio de la costa del Gujarat desde 1601, y de Coromandel, donde en 1606 consiguieron acuerdos comerciales que le permitieron abrir factorías en Masulipatam y Petapoli. Poco más tarde se abrieron nuevos establecimientos en el Reino de Vijayanagar (1610) y en Surat (1614). Sin embargo, a pesar de sus deseos, la VOC nunca pudo imponer su monopolio en el comercio de los tejidos de indianas, dada la fortaleza de los poderes locales con que aquí trataban.

Las expediciones marítimas por la zona llevaron, casual o voluntariamente, a nuevos descubrimientos. En 1616, el capitán Hartogsz descubrió la costa occidental australiana. A partir de ahí se organizaron viajes que fueron ampliando los conocimientos sobre el nuevo continente descubierto. Abel Tasman, en su expedición de los años 1642-1643, descubrió y dio su nombre a la isla de Tasmania y llegó a Nueva Zelanda y las islas Fidji, Tonga y Salomón. La falta de expectativas comerciales que ofrecían las nuevas tierras descubiertas dejó la prosecución de las expediciones para el siglo siguiente.

La organización del imperio asiático holandés quedó completada con el establecimiento en El Cabo, de donde expulsaron a los portugueses en 1652. Desde 1655, y atraídos por una bondad climática que la hacía atractiva para la población europea, fueron introduciéndose en el interior agricultores holandeses, donde contactaron con las poblaciones indígenas más atrasadas del Continente africano, bosquimanos y hotentotes, difíciles de someter a un régimen de trabajo rutinario, y con los que se establecieron unas relaciones basadas en la superioridad racial blanca.

Inglaterra, por su parte, se decidió a intervenir directamente en el comercio asiático tras la amenaza que suponían para el comercio de especias de la Compañía de Levante en los puertos de Siria los avances holandeses en el Índico y los ataques españoles a sus embarcaciones en el entorno del estrecho de Gibraltar. Desde 1591 inició el comercio por la ruta portuguesa, pero, tras el fracaso de las expediciones aisladas, se decidió un tipo de organización más estable, y así vio la luz, en 1600, la "East India Company". Los primeros enfrentamientos con la VOC fueron totalmente desfavorables para los ingleses, como asimismo los intentos de colaboración llevados a cabo de 1619 a 1623, que terminaron con la matanza de Amboina (27 de febrero de 1623), en la que nueve ingleses fueron ejecutados por presunta conspiración contra los holandeses. A partir de entonces la EIC tuvo que abandonar sus factorías en Sumatra, Java, Borneo, Siam y Japón, por lo que se centró fundamentalmente en la India, donde ya estaba asentada en Surat (1609), desde la que establecieron relaciones con los intermediarios indios del interior, sobre todo para el tráfico de algodón, índigo, salitre y azúcar. La comercialización de la seda persa supuso la destrucción de las factorías portuguesas en Kishim y Ermund (1623). En 1639 construyeron el fuerte de San Jorge, en Madrás, y en 1650 fundaron en la desembocadura del Ganges la que habría de ser Calcuta. El matrimonio del rey Carlos II con la infanta portuguesa Catalina de Braganza le aportó como dote Bombay en 1662.

Los franceses llegaron más tarde y a remolque de la voluntad del poder político. Durante la primera mitad de siglo hubo continuos intentos de crear compañías que comerciaran con Oriente, sin mucho resultado. En 1602 ya se había creado una Compañía de las Indias Orientales, rebautizada en 1611 como Compañía del Cabo de Buena Esperanza y en 1615 como Compañía de las Molucas. Los cambios de denominación no eliminaron su ineficacia, repetida en las efímeras compañías creadas por Richelieu en los decenios siguientes. En los años cuarenta se fundó un rosario de bases en la ruta del Cabo: las islas Reunión en el archipiélago de las Mascareñas, Fort Dauphin al sur de Madagascar y la isla de Santa María situada junto a aquélla. En 1664 Colbert fundó otra Compañía de las Indias Orientales, que tuvo un éxito más continuado y sobrevivió con diferentes cambios en su conformación hasta fines del siglo XVIII. Consiguió establecer factorías en Surat y Masulipatam (1669) en primer lugar, y más tarde en Pondichery y Chandernagor.